Faldones verde oscuro
cuelgan del cielo
ondulados saludan al mar
esconden secretos de pecados enterrados
forman bóvedas frioleras
y siglos tapan escondites
donde crecen madreselvas
almas quejumbrosas lloran todavía
cuando el cielo se ensucia como el felpudo
de tantas botas sin piedad
montes de labios gruesos y dientes rocosos
imperitos atraviesan siglos
despeinadas coníferas no lucen
sus pelos enmarañados todo lo cubren
y la luna se acuesta de nuevo
esperando un nuevo ciclo
sin ser igual: ni verde, ni azul, ni bermejo
pero transparente al fin.